Un propósito cuyos logros tienen que ver con la existencia futura de nuestra especie y sobre el cual no hay conciencia ni acuerdo universal (aunque muchos con poder afirmen apoyar, hipócritamente y de dientes para afuera), al que se contraponen poderosísimas fuerzas económicas, políticas y culturales.
Por Dr. Jorge Diego Acosta Correa, asesor de presidencia del Colegio Médico Colombiano
Hemos asistido a dos eventos globales de importancia crucial, dos caminos, dos desafíos, una esperanza; eventos que en mayor o menor medida, aunque quisiéramos ignorarlos, a todos nos comprometen, o nos afectan o nos afectarán, ya sea por el fracaso de sus propósitos o porque logren consolidar exitosamente las políticas y prácticas universales y determinantes para bien de todos.
La COP 16. Reunión de agentes, representantes y gobernantes de un número importante de países, de activistas ambientales, de burócratas, de comunidades étnicas diversas, de soñadores y de intereses disfrazados diversos, en pos de reconocer avances o fracasos, de lograr precisar políticas y estrategias comunes, de corregir o ajustar métodos, programas y actividades, de comprometer seriamente al poder económico-político en la financiación, en el impulso de las actividades que sean necesarias, así como alcanzar consensos que lleven a obtener resultados ciertos y verificables, relativos a la preservación de la biodiversidad, planetaria, su protección, cuidado y restauración, compatibles con el desarrollo de las sociedades humanas.
Un propósito cuyos logros tienen que ver con la existencia futura de nuestra especie y sobre el cual no hay conciencia ni acuerdo universal (aunque muchos con poder afirmen apoyar, hipócritamente y de dientes para afuera), al que se contraponen poderosísimas fuerzas económicas, políticas y culturales, porque implica romper radicalmente con nuestro actual modus vivendi, nuestra manera de relacionarnos con la naturaleza, la forma de adquirir los bienes que ella comporta y nosotros necesitamos y explotamos, con las relaciones de consumo, producción y explotación, y aún con la idea de progreso como crecimiento indefinido.
Porque implica reinventar nuestras formas de vida y de gobierno, romper concepciones, tradiciones, usos y costumbres muy arraigadas, lo cual evidentemente requiere de cambios graduales consensuados y prudentes, de una revolución educativa y cultural, de una gobernanza planetaria supranacional y democrática y fundamentalmente, un ambiente de paz Tareas que así enunciadas se nos hacen imposibles y utópicas, pero que son necesarias.
La COP es un paso, pero hay que darlo y avanzar contra viento y marea, porque cada logro parcial, así como cada persona conquistada para la mayor de las causas e ideales históricos, nos reafirmará en el camino y nos mostrará la urgencia de consolidar los logros de la mayor revolución, después de la tecnológica, de la especie humana o, de lo contrario cada retroceso o cada fracaso no reconocido o corregido, nos afirmará en la trágica convicción de que ha llegado la hora de nuestra autodestrucción.
El otro evento, estratégico y vital, que ha finalizado ahora, es la cumbre de los BRICS plus.
Evento que marca un cambio de época en nuestra agitada historia, en cuanto propone y para ello reúne a un gran número de Estados, socios, unos en propiedad, postulantes otros, e invitados los demás (34 jefes de Estado y más de 100 países participantes), con el objetivo de consolidar una alianza alternativa del poder hegemónico.
Una alianza económica, política y cultural que, por lo menos en su manifestación oficial, se fundamenta en la soberanía y en el respeto a los intereses legítimos de cada Estado participante, en la coexistencia pacífica, en la resolución de conflictos sin imposiciones ni sanciones unilaterales y en los tratados de mutuo beneficio.
Una alianza que pretende aportar a la construcción de un mundo multipopular en lugar de la actual supremacía de una sola potencia dominante; en el cual cada pueblo pueda autónoma y libremente, sin injerencias externas, definir sus formas de gobierno y sus modos de relacionarse internacionalmente.
Un conjunto de buenos propósitos como lo es la narrativa del globalismo actual, que requerirá de ciudadanías sólidas para su vigilancia y control, para evitar que devengan en una nueva fachada a nuevos supremacistas. Pero, una realidad de poder que no podemos menospreciar ni ignorar.
Entre su gran diversidad de modelos políticos, de culturas, economías, fuerzas militares y estadios de desarrollo que comparten quienes integran esta alianza, se encuentra la mayoría de la población mundial, tres de las primeras economías, las mayores reservas en oro, las mayores reservas energéticas y de materias primas, tres de las cinco países más avanzados tecnológicamente, varias potencias nucleares, tres pioneros espaciales, etc…
Por lo que al integrar tan diversos y poderosos intereses, se obligan a respetarse mutuamente o de los contrario se condenan a los enfrentamientos disolventes. Y vale anotar que en contra de la narrativa falsa de los interesados en su fracaso, no se proponen constituir un club cerrado que destruya a las demás potencias y a los Estados situados por fuera del acuerdo.
Impulsan el libre comercio y de hecho, varios de sus integrantes tienen diversos tratados y relaciones de cooperación con la otra superpotencia y con economías externas al grupo.
¿Confluirán los buenos y necesarios propósitos de la COP 16 con los logros de un mundo multipolar que pueda surgir de la coexistencia pacífica entre los BRICS y la alianza de las llamadas democracias occidentales?, ¿Superaremos las infames guerras actuales por la hegemonía mundial y alcanzaremos la paz entre e internaciones para poder construir y desarrollar la paz con la naturaleza, y así poder preservar y lograr una vida digna para la humanidad?
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