El Dr. Robert Klitzman, sufrió una grave depresión que obligó a su hospitalización, sus vivencias como paciente las publicó en el libro, “Cuando los médicos se convierten en pacientes” (When the doctors become patients), donde relata su experiencia.
Por Dr. Roberto Baquero Haeberlin – Expresidente del Colegio Médico Colombiano
El Dr. Robert Klitzman, profesor de psiquiatría y director del programa de maestría en bioética de la Universidad de Columbia (EE.UU), luego de perder a su hermana en el atentado a las Torres Gemelas, el 11 de septiembre del 2001, sufrió una grave depresión que obligó a su hospitalización.
Sus vivencias como paciente las publicó en el libro, “Cuando los médicos se convierten en pacientes” (When the doctors become patients), donde relata su experiencia y la de otros 70 pacientes médicos que le dieron testimonio para la obra literaria.
De igual forma, el Dr. Miguel Kottow, profesor de bioética de la Universidad de Chile, fuer internado en una clínica por padecer el Síndrome de Guillain-Barré. Sus vivencias como paciente las grabó y publicó en el libro “El pa(de)ciente)”, donde sostiene que la medicina institucionalizada, tal como se practica, exacerba la angustia y el sentimiento de desprotección del paciente, con pérdida de toda autonomía y participación en lo que se hace sobre él.
Enfermar es un proceso que tiene un gran impacto en la vida personal y laboral de quien la padece, afectando el ámbito psicológico y volviendo más vulnerable a la persona; los médicos no son ajenos a esa condición humana.
Diversos estudios indican que los médicos enfermos presentan características diferenciales frente a los demás pacientes, pues pueden sentir que tienen un mayor conocimiento de la enfermedad, que tienen más acceso a las ayudas diagnósticas y que saben cuál es el tratamiento terapéutico que más le conviene.
Hace unos años, el Colegio de Médicos de Barcelona publicó un estudio donde muestra que ante una dolencia de salud, los médicos son más proclives a auto-medicarse; y cuando al fin se deciden consultar, lo hacen de forma informal, ya sea abordando a un colega en el pasillo del servicio médico, por teléfono o haciendo uso de la referencia en tercera persona.
Si bien el médico ha sido formado para escuchar, diagnosticar y aliviar a otros, no siempre está preparado para asumir de posición de paciente y aceptar ayuda de algún colega.
Eso quedó demostrado durante la pandemia por el coronavirus, donde por falta de los elementos de bio-protección, el esfuerzo de salvar el mayor número de vidas posible a su alrededor y el mismo desconocimiento del nuevo virus, el grupo de los médicos y trabajadores de la salud resultó siendo uno de los más afectados.
Lo cierto es que desde los tiempos de Hipócrates, en la antigua Grecia, ya se decía que quien no tiene un cuerpo saludable no está en aptitud de curar, pues si el médico no es capaz de cuidar de sí mismo, le resulta mucho más difícil que pueda cuidar a alguien más.
En este momento que la medicina se considera una de las profesiones más afectadas debido a las precarias condiciones laborales, la inestabilidad, la sobrecarga de pacientes, el ritmo de vida acelerado y los turnos extenuantes, es importante subrayar el deber ético que tenemos los médicos, primero con nosotros mismos y luego con nuestros pacientes, de prevenir la enfermedad; eso implica hacerse los chequeos rutinarios, seguir al pie de la letra las mismas recomendaciones que damos a los demás con respecto a estilos de vida saludables y asumir la responsabilidad del autocuidad.
Si la encuesta realizada por el Colegio Médico Colombiano hace tres años, cuando no había aparecido el nuevo coronavirus, mostró que más del 65 % de los profesionales de la medicina presentaban el Síndrome de Burnout y que se sienten agotados emocional y físicamente, no es de extrañar que en la pos-pandemia esa cifra sea mucho mayor y que los médicos estemos más expuestos a perder la salud tanto física como mental.
No somos inmortales y debemos aceptar que la enfermedad tarde o temprano tocará a nuestra puerta: por lo tanto, hay que recordar las responsabilidades éticas de los médicos como pacientes y no auto-medicarnos, no ignorar los síntomas persistentes, consultar cuanto antes y aceptar que en esa experiencia estamos en la posición de paciente; solo así podremos tener éxito en el tratamiento para seguir cuidando a quienes más nos necesitan.
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