Por Julio Julio Peralta – Médico Gineco-Obstetra de Valledupar
Paradójicamente hoy titularemos nuestra publicación haciendo alusión a un fenómeno imperante y generalizado en el talento humano en salud (TSH); no sin antes definir pertinentemente dos acepciones:
Gremio: asociación profesional formada por personas que tienen el mismo oficio.
Solidaridad: adhesión o apoyo incondicional a causas o intereses ajenos, especialmente en situaciones difíciles.
En estos momentos aciagos del universo que compromete al TSH es cuando por ley natural o decantación, deberíamos apelar a la “unidad” o a la “solidaridad”, para que a través de nuestras declaraciones y materialización del sentir propio, las entidades gubernamentales asuman el rol que les pertenece en defensa de todo un gremio ridículamente vilipendiado. Y…¡Oh! sorpresa, el infortunio invade tanto a lo uno como a lo otro; es decir, ni nos unimos solidariamente, ni mucho menos nos ampara el Estado.
¿Qué hacer frente a este apesadumbrado panorama? Está absolutamente claro que en este país le corresponde a los trabajadores, entre esos, a los de la salud, librar las más feroces batallas en busca de la consolidación y en defensa de sus derechos, los cuales vienen siendo desflorados con sevicia por quienes, en teoría, deberían blindarnos frente a cualquier ataque. Realmente tanto el Estado como los particulares han actuado como filicidas, conduciendo subsecuentemente al THS a sobrevivir en las condiciones más precarias que puedan existir.
Ahora bien, si conocemos el diagnóstico de nuestra problemática, los caminos que quedan están claros, aunque no expeditos, o sea nadie dijo que sería fácil, sobre todo si tenemos en cuenta que estamos frente a un enemigo que emplea las tácticas más abrumadoras, y así muchos lo hemos entendido; resaltamos como diversas agremiaciones han luchado por la reivindicación de sus derechos y a fe que lo han ido consiguiendo; por lo tanto, para empezar es nuestro deber demostrar la gallardía para expresarnos frente a todo el cúmulo de atropellos, aunque intenten intimidarnos, y luego trasladar nuestras exigencias a los escenarios a que haya lugar preponderantemente en forma pacífica, ni más faltaba, en la búsqueda de las soluciones.
La conciencia colectiva debe embargarnos, y no basta con enarbolar banderas soterradamente, no basta con lamentos de pasillos, ni mucho menos de quirófano en medio de cirugía alguna. Nuestros problemas apremian y requieren ser absueltos de forma apremiante, pero este martirio solo es comprendido precisa y exclusivamente por nosotros mismos, no esperemos a que un Estado ruin acuda en nuestro socorro. Por el contrario, solo mediante la dinámica activa del proceder propio es como algún día, no lejano, lograremos que se cristalicen las promesas y la retórica gubernamental hipócrita de denominarnos héroes. Me pregunto: ¿de qué nos ha valido ese adjetivo?
No ha servido en lo absoluto. Hoy, cuando padecemos situaciones aberrantes dentro de las que mencionaremos, la falta de formalización laboral, nos contratan por órdenes de prestación de servicio (OPS) para burlar la ley, librándose de esta forma del pago de prestaciones sociales; y ni que decir del mismo Estado, el cual nos vincula mediante asociaciones sindicales, configurando tácitamente eso a lo que llamamos tercerización laboral, que por lo demás, es una figura sancionada en la ley.
Es decir, el Estado hace la norma y a posteriori la bufonea; el THS no goza de ningún privilegio laboral, debemos aportar abnegadamente nuestra fuerza intelectual y de desempeño para coadyuvar en la solución de las crisis sanitarias de todo un país, y en contraprestación recibimos migajas, malos tratos, humillaciones y vejámenes; verbi gracia, imposible disfrutar de unas vacaciones o recibir cesantías y ni imaginar los intereses de cesantías, mucho menos primas.
Vivimos en situaciones de estrés constante, lo que nos conduce a padecer trastornos mentales, enfermedades cardiovasculares y demás; nuestros hijos crecen en múltiples ocasiones con madres o padres ausentes, gracias a las largas jornadas de trabajo, y así, pudiera describir todo un compendio de vicisitudes que nos toca soportar bajo la mirada indiferente e indolente de muchos por no decir casi todos.
Después de esta descripción me surge otro interrogante: ¿es válido que nos rotulen como héroes cuando en vida cotidiana nos tratan como miserables? La respuesta es obvia, “NO”; por lo tanto, nuestro dolor, ese que vivimos y soportamos a diario, es hora de que decidamos no seguir llevándolo a cuestas y ponerle punto final. ¡No tenemos por qué seguir cargando esa cruz!
Nuestra loable y admirable labor merece el mejor trato desde el mismo Estado y, por supuesto de la sociedad; esa colectividad que en ocasiones nos señala y nos castiga endilgándonos adjetivos peyorativos, en la mayoría de las veces sin fundamento, solo impulsados por la emoción o la ira.
Desde estas líneas quiero invitar al THS a un reflexión sincera, con la esperanza de que posteriormente pueda conducir a acciones, y que vaya encaminada a rescatar nuestra dignidad, la cual ha sido conculcada vilmente.
Nunca más un gremio insolidario. Hagamos el trueque por un gremio solidario.
¡Anímate a sumar en este pacto!
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