La mente del ser humano es el mayor salto tecnológico y científico dado por la biología, para de esta manera, hacer posible la más grande revolución informática de la naturaleza, en procura de la suficiente inteligencia y sociabilidad de la especie humana, para garantizar su convivencia y supervivencia.
Por Dr. Stevenson Marulanda Plata
I. La marimonda y el mono cuco, cuento corto.
Junior tu papá, dice el letrero de la tienda del barrio. A Tarzán lo sacan por la tarde a la puerta de la calle. Es un escaparate relleno de transistores del tamaño de un elefante macho adulto africano que por la trompa vomita decibeles infernales de salsa, vallenato y champeta, mientras su dueño atiende, de jueves a domingo, casi hasta la madrugada, la chévere bacanería de su arrellanada clientela jugadora de dominó, mamadora de fría, de ron y de gallo.
—Nojoda viejo man, yo soy barranquillero de pura cepa, mi bollo es La Gáver, y Quilla es La Gáver ¿Me entiende loco? —El Junior también es La Gáver y mañana le empujamos cuatro a cero a los bollones espanta jopo del Nacional, y punto. —Le decía voz en cuello, una marimonda a un mono cuco guayabero, saca presa del caldero, embustero y tramoyero, que camellaba con unos duros de la política en cuadrar los votos de las próximas elecciones que ya se avecinaban en La Arenosa, la Puerta de Oro de Colombia.
El mono cuco arrebujado en sus trapos anchos de colorinches, se lo quedó mirando por las dos órbitas de su antifaz, del que pendía un velo negro satinado, atiborrado de punticos fulgurantes y, atrincherado en el mamagallismo, el todosepuede y el importaunculismo del carnaval, puso voz de silbido de culebra, y le dijo:
—Hey cuadro, aguanta ahí, cógela suave, deja el vacilón, yo a ti te conozco marica, tu bollo, el que tú crees que es La Gáver, te está pegando cacho.
—Eeeecheee, qué vaaa gran pecueca— le ripostó la marimonda emputada, y le va zampando cipote e´ coñazo.
Fue tal, el culo e´ muñequera y el barrejobo que se formó, que tuvo que venir la policía a disolver el bololó y la pelotera que una catapila de enmaicenao y otra catajarria de marimondas y de mono cucos, armaron tirando trompá como locos.
¡Mandan cáscara!
II. La ignorancia política
Bertold Brecht, poeta y dramaturgo alemán, a mediados del siglo pasado decía:
El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, ni participa en los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio del pan, del pescado, de la harina, del alquiler, de los zapatos o las medicinas dependen de las decisiones políticas. EL analfabeto político es tan bobo, que se enorgullece e hincha el pecho diciendo que odia a la política.
III. El valor y el poder de un voto en la democracia
1. Los corronchos vikingos, miserables, analfabetos y enfermos se convirtieron en las personas más ricas y sanas del mundo.
Suecia hoy es uno de los países más ricos y más sanos del mundo, pero no siempre fue así. No hace mucho tiempo, esos vikingos corronchos analfabetos y salvajes, adoradores de Thor y de Odín, sus dioses del trueno y de la guerra, eran gentes miserables, como los más del África subsahariana hoy. Iguales a Lesoto, Mozambique o Somalia, o a los contemporáneos Haití o Afganistán; países todos parias, estrato cero.
Eran tan indigentes, que la gente se moría de hambre y de frio. Fue así que en 1800, como animales hambrientos y muertos por entumecimiento, tuvieron que utilizar una de las más antiguas y eficaces herramientas de supervivencia: una quinta parte de su famélica población emigró a Estados Unidos acosados por las hambrunas, el yerto congelamiento y la miseria.
2. ¿Por qué eran tan corronchos, pobres, enfermos y analfabetos?
Porque el poder político se concentraba en poca gente, pero muy rica —terratenientes—. A mediados del siglo XIX, el total de votantes de todos los hombres adultos de Suecia era el 2%, y los elegibles el 0.4%. Los votos para elegir a los gobernantes eran propiedad de los hombres más ricos. Las mujeres no votaban. Los hombres más acaudalados, por ley, disponían de un número determinado de votos, que era proporcional al valor de su riqueza. Las clases medias y populares, ignorantes analfabetas, pobres y salvajes no votaban. La plebe mal educada y corroncha ¿Me entiende?
3. Suecia era como una sociedad anónima.
Es decir, el poder político se manejaba como los accionistas manejan las empresas modernas. Por ejemplo: en las elecciones municipales de 1871, en 54 municipios, un solo votante muy rico, tenía derecho a más del 50 por ciento de los votos. Había también otros 414 municipios en los que un solo votante concentraba más del 25 por ciento de los derechos de votos.
Los privilegios de esa “impecable legitimidad democrática”, pertenecían a toda esa nomenclatura de nobles rentistas, vestigio y rastro de sangre medieval del Reino de Suecia, de las sociedades trifuncionales —nobleza, clero y plebe—, en las que los duques, marqueses y condes y la Iglesia, concentraban la propiedad y la política tanto de Suecia como de toda Europa.
El propio primer ministro, el flamante archimillonario conde Arvid Posse, por ejemplo, en la década de 1880, tenía la mayoría de los derechos de voto de la comuna adonde residía, en donde su familia poseía una vasta hacienda.
Y, como si lo anterior fuera poco, las sociedades comerciales privadas también votaban y tenían los mismos privilegios que las personas naturales muy ricas.
Es como si en Colombia las EPS privadas o los banqueros tuvieran derecho a un número determinado de votos; aunque en la práctica lo tienen con la infame, corrompida y sistemática práctica de la compra del voto.
4. ¿Y cómo se volvieron educados, ricos y sanos?
Cambiaron las reglas del juego: Le pusieron límites al poder del dinero y de la propiedad en las decisiones políticas. En 1920 extirparon la perversa “impecable legitimidad democrática” de la nomenclatura rentista de duques, condes y marqueses, y de las sociedades anónimas, disponiendo el sufragio universal: un ciudadano un voto, para hombres y mujeres, pobres y ricos, por igual.
Esta plata la utilizaron para fomentar y financiar la educación y la salud —sin entregárselas a especuladores rentistas.
Enseguida hicieron nuevas leyes que obligaron a la nomenclatura de rentistas a pagar impuestos de rentas y de herencias, progresivamente más altos entre más ricos fueran. Esta plata la utilizaron para fomentar y financiar la educación y la salud —sin entregárselas a especuladores rentistas—, y el saneamiento básico de la masa, del 85% de ignorantes analfabetos vikingos: La plebe vikinga, corroncha y mal educada ¿Me entiende?
5. Lejos de Marx y de sus vecinos eslavos del Báltico.
Y lejos, pero bien lejos, de Marx y de sus vecinos eslavos del Báltico, o sea de los socialistas y comunistas bolcheviques, y de Mao Tse Tung, dedicaron ingentes recursos para la inversión en infraestructura vial, eléctrica e hidráulica, y para la innovación, la ciencia y la tecnología, impulsando la iniciativa privada empresarial, apropiándose de la Revolución Industrial europea y vinculándose de manera vigorosa al mercado libre y abierto: al capitalismo mundial. Eso se llama socialdemocracia.
6. A los corronchos, pobres, miserables y analfabetos no se les regala nada.
Suecia entendió, por un lado, que la concentración excesiva del poder político en pocas manos y el populismo hacen daño, y de la misma manera razonó que a los corronchos, pobres, miserables y analfabetos no se les debe regalar nada: ni casas sociales, ni familias en acción, ni jóvenes en acción, ni adulto mayor, ni nada de eso.
Contrario sensu, se fortalece la economía tipo socialdemócrata y lejos, pero bien lejos, de cualquier tipo de comunismo y de populismo, se les educa y se convierten en buenos ciudadanos con trabajo formal para todo el mundo, con un buen salario, y a los viejos el Estado los pensiona dignamente.
7. Colombia sufre amargamente de historia Patria y de narco geografía.
En nuestra narco geografía cabalgan terroríficamente cinco o seis violentos y macabros jinetes del apocalipsis. En cambio en Suecia, ni uno solo de sus gobernantes y congresistas se elige con votos teñidos de delitos, no tienen guerrillas y menos su narciso espejo paramilitar, el narcotráfico no ha echado sus corrosivas y frondosas raíces y proyectado sus tupidas y oscuras sombras, la corrupción pública o privada no aceita los engranajes del Estado y de toda su sociedad.
Un maestro de escuela gana aproximadamente la mitad de un congresista.
El respeto por la vida y por la dignidad de todas las personas y su trabajo, engastados como finas joyas en los derechos humanos y fundamentales, son el fundamento de este ejemplo de Estado Nación, donde el salario de un honorable congresista, neto después de impuestos, equivale a 16 millones de pesos colombianos y andan en transporte público y son lo más parecido a un ciudadano común y corriente. Un maestro de escuela gana aproximadamente la mitad de un congresista.
8. Instintos y sentimientos bajos.
Los discursos políticos en Suecia no se basan en la propaganda falsa y negra tipo McCarthy —senador estadounidense en época de la guerra fría, que a todos sus contradictores políticos les ponía la etiqueta de comunistas—.
Tampoco utilizan en su proselitismo el oportunismo artero, la venganza, el odio, el rencor, el terror ni el miedo dirigido hacia el competidor, buscando chivos expiatorios, deslegitimándolos y responsabilizándolos de todo el infortunio; buscando de esa forma cohesionar a los suecos por lo bajo, utilizando como pegamento moral de la sociedad sueca la desconfianza mutua, sembrándole los peores instintos, sentimientos y venenos del alma humana.
Una de las causas inmediatas de la Segunda Guerra Mundial fueron precisamente esos discursos y narrativas tras la crisis económica mundial de 1929. Sería un peligro nacional y global, que la inevitable crisis y precariedad económica y social postpandemia, sea manipulada con estos discursos de bajos instintos.
IV. Los corronchos no hacen caso.
Igual de pobres y mal educados que los suecos del siglo XIX, los indisciplinados corronchos de Barranquilla, llamados así por las élites costeñas —marimondas y mono cucos junioristas, mamadores de fría, de ron y de gallo, que se creen La Gáver—, atrapados en el desprecio, el matoneo, la ignorancia, la pobreza y el rebusque diario de la existencia, en su acostumbrada y alegre tropelía salieron a las calles de La casa de la Selección a reventar las cifras del Covid19 y a sacar del estadio Metropolitano la curva de la odiosa peste.
V. ¿Necesitan los niños de Colombia conocer o ignorar las enfermedades históricas y geográficas de su país?
Este dilema siempre me ha atormentado. Lo único cierto es que los niños de Colombia no necesitan más leyes; necesitan buenas escuelas, buenos maestros y padres educados para que sean mejores ciudadanos con mejores costumbres. En consonancia con Jean Jacques Rousseau, los niños nuestros necesitan ósmosis de buena ciudadanía y civilidad, para alejarlos de la podredumbre y el hacinamiento insostenible de las sórdidas cárceles colombianas.
El imaginario de los niños de Colombia, el futuro de esta nación, sospecho, que debe basarse en el análisis del relato de los malvados jinetes del apocalipsis colombiano; como por ejemplo, que un voto vale millones de veces más en la democracia que en la calle, que leyes buenas en países de demonios no funcionan, que penalizar más cosas en un país lleno de corronchos, salvajes y brutos no es la salida de un callejón ciego, sordo, mudo, e insensible a la inmoralidad y a la sangre.
La manera más eficaz para evitar la violencia política, las revoluciones sangrientas, los saltos al vacío como el de Venezuela, la miseria y las desigualdades extremas, y el consecuente populismo de derecha o de izquierda, es la revolución educativa.
Ya, en mi otoño, me parece que es la única manera de que ellos puedan mañana, construir el mundo que les pertenece. Nosotros, me temo otra vez, como van las cosas, no fuimos capaces.
Es que, definitivamente pienso que, la manera más eficaz para evitar la violencia política, las revoluciones sangrientas, los saltos al vacío como el de Venezuela, la miseria y las desigualdades extremas, y el consecuente populismo de derecha o de izquierda, es la revolución educativa.
VI. Cultura ciudadana por ósmosis social.
Las comparsas del Carnaval de Barranquilla, deberían ser un santuario de cultura ciudadana. Que las sociables mentes de los niños barranquilleros, aprendan desde su muy tierna edad cerebral, a ser buenas marimondas, excelentes mono cucos e idolatras hinchas del Junior, a vestir sus impecables uniformes y a ejercitar la higiénica compostura y la geométrica coreografía de las comparsas en los desfiles de esas fiestas dionisiacas me parece de gran valor cultural folclórico, y es el piso firme para que se conserve esa parte de nuestra identidad Caribe pero, de igual manera, bien podrían esas comparsas, preparar a esos niños de manera apolínea, para encarar su futuro sin las enfermedades históricas y apocalípticas que hoy nos agobian.
VII. Capacidad para aprender.
La mente del ser humano —el mayor salto tecnológico y científico dado por la biología—, habita en los lugares más espléndidos del cerebro sapiens. El cerebro humano es un hardware natural, hecho de imbricadas redes neuronales, donde se procesa un software mental que tiene 600 millones de años de sucesivas innovaciones tecnológicas, creadas con supremo cuidado evolutivo.
Este software mental viene programado genéticamente en algoritmos bioelectroquímicos — cinco sentidos, movimiento voluntario, gramática y lenguaje, memoria y capacidad para aprender, instintos, sexualidad, emociones, pasiones, sensibilidad, sentimientos, pensamiento inteligente, conciencia de sí y libre albedrío, y musicalidad y arte para suavizar los valles de sufrimiento de la especie—.
Un cerebro adulto equivale el 3% del peso del cuerpo humano, pero consume el 20% de su energía —igual a una bombilla de 20 vatios—, pero el de los niños consume alrededor del 50% de su energía corporal.
Ahora bien, la mayoría de esta potencia energética es utilizada para mantener prendidos y activos los chips de estos algoritmos bioelectroquímicos.
Los algoritmos bioelectroquímicos, todos, si los examina con detenimiento, son órdenes de la naturaleza humana dirigidas a la supervivencia del individuo, la convivencia y la perpetuación de la especie en grupos sociales, lo que quiere decir que el cerebro humano es una máquina social que consume mucha energía, mucha más, al principio de la vida.
De todos estos algoritmos, el más importante en los niños, es el de la capacidad para aprender. Y, es aquí, en este cableado neuronal, en este pozo de energía mental, en esta arquitectura cerebral y en este preciso momento de desarrollo y crecimiento, donde las naciones tienen el imperativo categórico kantiano de gastar los recursos necesarios (nutricionales y educativos) para construir desde los mejores sentimientos morales, civiles y políticos, la sociedad que ellos necesitan, como hicieron los suecos desde 1920.
Adenda: Dedico este escrito a los huérfanos de los quemados de Tasajera y a todos sus niños, que la Providencia se apiade de ellos para que no corran la misma suerte de sus padres.
Fonseca, La Guajira, cuarentena Covid19, julio 9 del 2020.
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