Lograr la expedición de una política industrial farmacéutica que defienda y fortalezca la producción local para competir en igualdad de condiciones es el primer objetivo del presidente de Asinfar. Considera que hay que recuperar la confianza en el sistema y comenzar a promover el uso de medicamentos genéricos de casas colombianas porque superan los estrictos controles de calidad.
Con el afán de aplicar la experiencia de los pasos andados en la industria farmacéutica durante más de 28 años, el doctor José Luis Méndez H., presidente de la Asociación de Industrias Farmacéuticas Colombianas, Asinfar, comprende que el panorama político y económico internacional tiene una repercusión directa en la industria farmacéutica nacional.
“La globalización puede generar serios inconvenientes si no tenemos una gobernabilidad al interior que funcione. Algunas de las políticas internacionales han generado dificultades internas que debemos solucionar como país porque nadie de afuera va a venir a arreglarnos la casa”.
Después de estar en las juntas directivas de la Cámara Farmacéutica de la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia, ANDI, y de la Asociación de Laboratorios Farmacéuticos de Investigación y Desarrollos, Afidro, está comprometido con la expedición y aplicación de una política industrial farmacéutica que logre un mayor desarrollo e innovación de la industria local para tratar las enfermedades que afectan a los colombianos y no a los habitantes de las potencias mundiales, y así acatar la recomendación de la OMS para los países en desarrollo.
El primer paso para convertir a Colombia en la industria más potente de la región es recuperar la confianza en el sistema, en las instituciones y en nosotros mismos, asegura Méndez.
“Es imprescindible que haya estabilidad jurídica, que las normas que se impongan se puedan cumplir, que mejore el acceso, que se reduzca tanto obstáculo técnico al comercio y que se generen incentivos que favorezcan la inversión en el sector. Esa es la manera de hacer sostenible el sistema de salud y de ampliar los beneficios a los pacientes con mayor seguridad, eficacia y a menor costo”.
La industria farmacéutica es parte esencial de la economía productiva y social de cualquier nación y es generadora de bienestar y prosperidad, agrega el doctor.
En Colombia origina aproximadamente 25 mil empleos directos y el tejido humano que atesora tiene uno de los enfoques más destacados en el desarrollo social de las economías modernas, dice.
“Producir un medicamento es infinitamente más gratificante que fabricar cualquier otro producto porque tiene un valor agregado gracias al impacto social. El medicamento tiene una implicación muy valiosa dentro del sistema de salud, ya que hace parte del acto médico. Cuando el paciente va al doctor y sale con su fórmula, no da por concluida la consulta hasta que no recibe el medicamento porque solo en ese momento empieza el proceso de curación. Eso es especialmente importante en un sistema con cobertura universal y planes de beneficios extensos, como es el caso de Colombia”.
Hecho en Colombia: mayor acceso a la población más vulnerable.
El mundo actual exige medicamentos con altos estándares de calidad, seguridad y eficacia. Para el dirigente gremial, la presión de grandes multinacionales ha promovido el desarrollo de un sector que hoy compite con medicamentos locales de la mejor calidad e inigualables condiciones.
“Hay que acabar de una vez por todas con el mito de que los medicamentos hechos en Colombia son de baja calidad. Los medicamentos nacionales son altamente competitivos, cumplen con todos los controles de calidad y siempre en condiciones de legalidad. Los productos genéricos que se elaboran el Colombia, por ejemplo, igualan las cualidades de los originales y son más accesibles a la población. Es tan buena la calidad de los productos locales, que muchos laboratorios multinacionales mandan hacer los medicamentos originales en fabricas colombianas porque les resulta más rentable”.
Desde Asinfar le apuesta a que el país gane más terreno en materia de innovación. Está seguro de que la industria junto con la academia, Conciencias y otros centros de investigación pueden desarrollar fármacos y opciones terapéuticas que respondan a las necesidades de la población colombiana porque considera que la industria farmacéutica debe tener una mayor implicación en buscar soluciones seguras y confiables para el común de las personas.
“El país todavía no ha entrado a producir biosimilares, pero no dudo que así como en este momento se importan las moléculas activas para elaborar los medicamentos sintéticos, en corto tiempo se empezarán a comercializar aquellos biosimilares que obtengan el permiso por parte de la autoridad sanitaria”.
En tal sentido, como presidente de Asinfar, ratifica que cada uno de los medicamentos elaborados por alguno de sus agremiados debe cumplir con todos los estándares que exige la ley.
“De igual forma, pedimos que el Invima sea esa entidad que se caracterice por la equidad en el trato, transparencia en los procesos, ecuanimidad y legitimidad a la hora de expedir los registros sanitarios”.
Por su trayectoria entiende que los laboratorios farmacéuticos tienen una responsabilidad social y ética tan importante como la tiene el médico. “Muchos afirman que la única motivación de las casas farmacéuticas es el beneficio económico. Aunque debe existir un retorno monetario, dentro de los 60 afiliados a Asinfar existen medianos y pequeños empresarios que hacen grandes esfuerzos por generar empleo en el país y beneficiar a los pacientes. Ellos se han especializado en un nicho de mercado y lo atienden muy bien, por lo que se han ganado la confianza de los médicos y del consumidor final”.
Medicamentos como bienes sociales.
En este momento las farmacéuticas colombianas están diseñando un código de ética como señal de que todas actúan legalmente, que no le apuestan a los sobornos en licitaciones, que actúan con transparencia y se caracterizan por el juego limpio.
“Tengo claridad absoluta de las capacidades de cada uno de los miembros de Asinfar, de la forma en que buscan cumplir las buenas prácticas de manufactura y de los esfuerzos que hacen. Tenemos un equipo de consultores, un comité técnico y grupos de expertos en cada tema que se encargan de brindar asesoría a las compañías sin intervenir en los procesos internos”.
En cuanto a la relación con el Gobierno, Méndez manifiesta que es muy optimista, pues ha obtenido una respuesta clara acerca del papel preponderante que debe cumplir la industria farmacéutica dentro del sistema de salud.
“El nuevo Gobierno ha visto el potencial exportador de los laboratorios colombianos, la capacidad que tienen de impulsar el desarrollo económico del país y las ganas de muchos colombianos honestos de hacer empresa a pesar de todo”.
El control de precios a los medicamentos fue un primer paso, justo y necesario, agrega el alto directivo. Lo que sigue es crear una metodología transparente y eficiente que ayude a controlar el costo de los medicamentos en el canal institucional teniendo en cuenta el precio máximo de venta al público en el canal comercial, pero sin descuidar la sostenibilidad del sistema, continúa.
“Así tengamos un mercado imperfecto, hay que hacer un control mas amplio y efectivo para evitar abusos. No podemos desconocer que los países desarrollados se han beneficiado de los pueblos en vías de desarrollo y de las enfermedades de sus habitantes, eso explica por qué en Colombia los precios de algunos medicamentos siguen siendo los más costosos de la región”.
“Naciones como Brasil, Argentina y México solucionaron ese problema con la competencia local, se volvieron más productivos y competitivos. Para todo hay un momento histórico y llegó la hora de fortalecer la industria local para que Colombia gane la autonomía sanitaria, sin perder el respeto hacia las casas multinacionales y conservando siempre la sana competencia. Como en todo, el respeto es el pilar de las relaciones en la industria farmacéutica”.
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